La alianza entre cliente y psicólogo es una condición necesaria y a veces suficiente, para introducir poco a poco los cambios que la persona desea en su vida. 

La alianza se basa en la confianza que permite abordar el problema y en el acuerdo en las metas, objetivos y tareas, dentro de un marco de respeto mutuo. Sobre la base de la escucha y empatía, el psicólogo aporta un interés auténtico por la persona que consulta, un respeto a sus valores personales y una aceptación incondicional de su genuinidad. El cliente por su parte aporta su honestidad, y asume el protagonismo y responsabilidad sobre el cambio.

En la relación terapéutica se pretende alcanzar un grado intimidad y compromiso que la conviertan en una experiencia significativa y reparadora para la persona. Se presta especial atención a aquello que ocurre en la interacción durante la sesión, ya que la única relación sobre la que el terapeuta tiene capacidad de influencia es sobre la que establece él mismo con su cliente. 

En las primeras sesiones se analiza conjuntamente el problema a tratar. Como resultado del análisis, la persona puede alcanzar una nueva perspectiva sobre su problema y una comprensión funcional de su dificultad, es decir, cómo se origina el problema, a qué está asociado, qué consecuencias tiene para la persona, qué función cumple en la actualidad y cómo se mantiene en el tiempo. Esto facilitará las claves para tomar decisiones sobre cuáles son los cambios más oportunos. 

En función de la persona y su problemática, serán necesarios activar diferentes mecanismos para el cambio, aunque valga decir que algunos de ellos serán: 

• Activar el compromiso que cada persona adquiere de vivir en consonancia con sus valores y la responsabilidad de asumir el protagonismo de su vida. 
• La aceptación: aprender a regular emociones y afrontar situaciones difíciles, y si es adecuado “evitar la evitación”. 
• Manejar los antecedentes y consecuencias de las distintas situaciones que afrontamos. 
• Aprender nuevas estrategias y habilidades que no forman parte de nuestro repertorio actual para abordar dificultades o momentos vitales. 
• Reconocer y desafiar los pensamientos irracionales y las distorsiones cognitivas.
• Integrar y alinear aspectos de uno mismo, que pueden resultar disonantes, fragmentados o disociados. En especial, re-conectar con sus propios deseos, intereses, necesidades, valores, derechos y emociones.
• Incrementar la flexibilidad cognitiva y la adaptación funcional a la situación, frente a la rigidez cognitiva y el exceso de control.